El embrujo de la noche con Blanca

La tarde ya había calentado el ambiente con unos besos cálidos en lo alto del monte, desde donde la vista de nuestras islas de ensueño era privilegiada. Las dos parejas habíamos iniciado el contacto uniendo nuestros labios suavemente mientras nos abrazábamos con ternura. Previamente habíamos comido distendidamente en un restaurante de la costa, muy acogedor y enxebre. Hablamos de nosotros, de nuestras experiencias en este mundillo liberal, nos fuimos conociendo. Blanca y Jorge habían hecho de perfectos anfitriones toda la tarde. Nos llevaron a una playa preciosa desde donde se veía Portugal. Allí dimos un largo paseo a la orilla del mar. Nos enseñaron su casa, muy acogedora, con un diseño y gusto exquisito, donde se podía respirar tranquilidad y ese aire puro que echamos de menos los que estamos encerrados entre muros de hormigón. Tras irnos a cambiar a la cabaña y ellos a su casa volvieron a recogernos en su coche para ir a cenar. El ambiente era distendido y con el picante suficiente para pensar que había feeling entre los cuatro y que podría haber más que besos en la noche. Blanca estaba muy animada en la cena. La sangría hacía que estuviera todavía más relajada y sensual y sus inmensos ojos verdes chispeaban con picardía. Cuando acabamos de cenar nos dirigimos a un local de intercambio. Nos habían hablado muy bien de él y teníamos ganas de conocerlo. Había bastante gente, aunque no puedo recordar de qué tipo porque había poca luz y estuvimos demasiado entretenidos como para fijarnos en la gente. Después de que la dueña nos hiciera un rápido recorrido por el local para conocerlo nos informó de que en 15 minutos se iniciaba lo que llamaban la hora oscura. Al parecer consistía en que apagaban todas las luces durante una hora y se estaba en una oscuridad total en ese tiempo. Al principio nos pareció un disparate. ¿Qué íbamos a hacer una hora sin luz? Sin duda era un riesgo de aburrimiento o de quedarse dormidos. Luego nuestra opinión cambió.
Nos sentamos en un sofá, comenzamos a tomar nuestras copas. Se oían jadeos cercanos. Al poco la luz se fue. Una inmensa e inquietante oscuridad lo absorbió todo dejándonos desconcertados. Jorge dio la idea entonces de ir a la pista de baile y todos decidimos que era una buena idea. Ya en la pista Mari se puso a bailar con Jorge y yo con Blanca. No tardamos en comenzar a besarnos. El deseo no nos dejó esperar mucho. Nuestros labios se fundieron en una búsqueda insaciable de nuestras lenguas. Los besos de Blanca son dulces y aterciopelados. Su boca te envuelve de una calidez excitante, que te eriza todo el vello del cuerpo y estimula tu deseo. Nos abrazamos explorando nuestros cuerpos en un primer contacto electrizante, mientras los besos eran cada vez más apasionados. Blanca es pasión, dulzura. Una mezcla de caricia de terciopelo rojo perverso y látex negro. Abrazarla y besarla es como flotar en la suave espuma de las olas que te arrojan con fuerza y pasión a la orilla del deseo. Ella fue guiando mis caricias dándome pie a explorar su cuerpo. Mientras la besaba en los labios comencé a recorrer su espalda con mis manos hasta su cintura deseando llegar más al sur. Mis labios bajaron suavemente por su cuello, excitando sus sentidos. Su cuerpo reaccionaba a cada beso y me guiaba en mis caricias. Yo notaba su deseo y ella notaba el mío. Bailábamos pegados sintiendo cada centímetro de nuestros cuerpos. Blanca me susurró al oído que podía tocar donde deseara, que podía hacer lo que quisiera con ella. Los dos estábamos muy excitados. Mis manos bajaron desde su cintura acariciando suavemente sus nalgas, buscando el final de su vestido. Estaba deseando tocar ese objeto de deseo que había visto sólo en fotos. Levanté su vestido dejando al descubierto unas nalgas suaves, deliciosamente deseables. Su tacto era excitante. Tiene un culo de bailarina caribeña, que vuelve loco a la vista y al tacto. El tiempo se detuvo mientras lo exploraba con delicadeza y admiración. Entre la excitación de la situación Mari estaba bailando y besándose con Jorge, explorando ambos también sus cuerpos. Yo la besé y le dije al oído que la quería, que es la niña de mis ojos y que la amo con locura. Siempre estamos atentos a nuestra pareja para saber que está bien y está disfrutando. Al volver con Blanca me di cuenta de que se había abierto todos los botones del vestido de manera que su cuerpo se ofrecía por entero a mí. Casi me vuelvo loco. Recorrí despacio ese cuerpo de ensueño, primero con suaves caricias y luego con besos cálidos, despacio, disfrutando de su sabor delicioso y pasando mi lengua lentamente hasta llegar a su vientre, mientras no dejaba de sentir y tocar su precioso trasero. Mi lengua siguió recorriendo su cuerpo hasta llegar a su pecho. Es delicioso, armonioso en su esbelta figura, que te espera desafiante y suave con unos pezones erizados y muy excitantes. Besar su pecho mientras acariciaba sus nalgas hizo que me excitase y mi sexo se pusiera muy duro. Blanca también quiso explorarme y acariciaba mis nalgas mientras frotábamos nuestros sexos por encima de la ropa. Luego nos acariciamos nuestros sexos, húmedos y calientes mientras nos fundíamos en abrazos tiernos y sinuosos. La hora sin luz se terminaba pero nos dio tiempo a explorarnos y conocer nuestros cuerpos. Huyendo de manos ajenos nos arrimamos a una columna. Allí puse a Blanca contra la columna, alcé sus brazos agarrando sus muñecas, de manera que se ofreciera por entero a mí, sin poder resistirse, mientras comencé a besar todo su cuerpo. Eso la volvió loca. Jadeaba de excitación, hasta llegar a marearse un poco. Eso coincidió con el final de la hora sin luz. Nos sentamos los cuatro, no sin antes confesarnos que hubiéramos deseado hacer el amor y acabar el momento de lujuria que habíamos comenzado...

Juan