Una noche mágica en brazos de Juan..

Nuestra tercera cita, no me lo podía creer!!! Esta vez tocó en Santiago, capital de Galicia, nosotros llegamos tarde, para no variar.. y no era por no ansiar volver a encontrarnos...
Cenamos en un romántico rinconcito de una terraza rodeados de geranios en flor y con la charla animada que ya nos caracteriza a los 4, riendo y volviendo a beber sangría que produce un efecto un tanto afrodisíaco en mi persona, me da ese puntito de locura y abandono a los placeres terrenales, que tanto se necesita para disfrutar de la vida.
Nuestras miradas se cruzaban llenas de complicidad, porque hablábamos de temas que para muchas de las parejas que nos rodeaban eran tabúes intocables y sin embargo para nosotros, era algo tan natural hablar de tríos o de intercambios de parejas, como comernos una ensalada de primer plato.
Era una noche cálida de verano, pero al terminar de cenar se puso a llover de repente y Juan, muy caballeroso se ofreció a ir al coche para buscar unos paraguas. Salimos por la puerta del restaurante los 4 juntos, refugiándonos de la lluvia en los soportales de los edificios y jugando con la satisfacción de saber que la noche iba a ser toda nuestra.
Olía a tierra húmeda después de ser regada por una refrescante lluvia, esa sensación de limpieza, como si la naturaleza quisiera hacerse eco de nuestros sentimientos, de probar algo nuevo y limpio.
Nos metimos en el coche de Juan y Mari, que nos llevaron amablemente a otro parking en donde teníamos el nuestro para recogerlo e ir en dirección a un local cercano y seguir disfrutando de su maravillosa compañía.
Mientras Jorge y yo íbamos en el coche, fantaseábamos con la idea de cómo iría transcurriendo la noche y si llegaríamos a completar lo que tantas veces deseamos...
Al llegar al local, nos sentamos en unos sofás y pedimos unas copas, el ambiente era muy cálido y sensual e incitaba al deseo. Yo llevaba puesta una minifalda negra que al sentarme, dejaba al descubierto mis largas piernas y que por supuesto no trataba de ocultar, para que Juan se fijara más en mi. Mis ojos querían decirle que mi mayor placer sería volver a estar otra vez en sus brazos, así que cuando mi deseo se transformó en ansiedad, comenté que podíamos ir a la pista de baile.
Nada más entrar, Jorge cogió a Mari por la cintura y la atrajo hacía si, y yo me acerqué a Juan para volver a sentir el dulce contacto de su piel y su cálido abrazo. Nuestros rostros se acercaron peligrosamente hasta notar que los labios se fundían en un largo y ansiado beso.
Sentíamos que los dos habíamos estado esperando aquel instante en el que nuestros cuerpos tanto se deseaban.
Juan sabía acariciarme, como pocos hombres los han hecho a lo largo de mi vida, con mucha suavidad sus manos recorrían mi espalda, y bajaban hasta pararse en la parte más deseada: mi culo, mi corta minifalda no ofrecía ninguna resistencia a sus dedos que lo exploraban todo con avidez. Mientras tanto, sus labios besaban mi cuello y mi pecho, no dejando un rincón sin saborear.
Mi ansiedad hacía que cada vez quisiera fundirme más con su cuerpo, mis manos tocaban su cara, su cuello y bajaban lentamente por su pecho y su espalda, intentando acariciar cada centímetro de su piel. Con mis labios besaba largamente sus ojos cerrados, su nariz, sus pómulos para terminar buscando desesperadamente sus labios y sentir que nuestras lenguas en encontraban con avidez, con desesperación, la misma que nos llevaba poco a poco a la locura de sentirnos uno sólo, de querer terminar con el sufrimiento y la tortura de tanto deseo contenido.
Después de largos besos y abrazos, nos acercamos a Jorge y a Mari, que también se estaban deleitando con sus cuerpos, al amparo de la oscuridad y Juan me dijo si quería besar a Mari, yo le contesté que lo estaba deseando, así que me dispuse a saborear su anhelados labios, nos fundimos las dos en uno de esos profundos y sensuales besos entre dos mujeres abandonadas por completo al deseo carnal, mientras ellos nos veían embelesados y disfrutando del espectáculo. Mientras tanto los dos hombres nos rodeaban y nos tocaban las partes de nuestros cuerpos que quedaban libres. Me acerqué al oído de Jorge para susurrarle que le quería y preguntarle si se lo estaba pasando bien y me contestó que estaba disfrutando muchísimo.
Minutos más tarde, Juan me colocó contra la pared para yo no pudiera ofrecer resistencia y tampoco tenía fuerzas como para resistirme a tan dulce placer, y allí, indefensa, me seguía besando y acariciando. Con su boca lamía mis pezones que se habían puesto duros, haciendo que mi sexo se mojara por completo, deseando que acabara aquella tortura y que me poseyera toda por entero, quería ser suya hasta el límite, hasta notar que no era dueña de mi cuerpo sino que era su esclava, su sierva para hacer conmigo lo que él quisiera.
Con desesperación desabroché su camisa y su pantalón para poder sentir mucho más cerca su piel fundida con la mía. Toqué su sexo y lo sentí duro y erguido, mis manos le acariciaban y notaba como se estremecía de placer.
Cuando ya estábamos al borde de la locura, conseguí arrastrarlo hasta un rincón de la sala, donde había un lugar para sentarse, y allí, en la oscuridad, abrí mis piernas y lo atrapé entre ellas, para que fuera mío, quería sentirlo más cerca todavía, quería que se fundiera dentro de mi cuerpo. Mi deseo hacía que todo desapareciera a nuestro alrededor. Solos él y yo, nada más, creo que el mundo se paró en aquel instante....

Blanca.

(La segunda parte de la noche, me encantaría que la escribieras tu, Juan, me gustaría muchísimo leer el relato de lo que sucedió en aquel reservado en el que cuatro cuerpos desnudos disfrutaron del sexo sin ninguna censura... ¿lo harás?)

Besos cálidos para los dos.

Este relato nos lo ha enviado nuestra amiga Blanca, sobre una noche en la que volvimos a pasar una velada de ensueño con ellos.

Muchas gracias Dulce Blanca, porque nos ha encantado tu relato y que te hayas atrevido a dar el paso para enviárnoslo y así hacerlo público.Prometemos que habrá una continuidad de este relato escrito por Juan.

Besos muy cálidos"